La saliva es una secreción fabricada por las glándulas salivares mayores y menores y también el fluido gingival. Su producción resulta indispensable ya que es uno de los elementos más importantes del proceso de digestión de los alimentos.
Está formada por electrolitos: sodio, potasio, calcio, magnesio, bicarbonatos y fosfatos. En ella encontramos también las inmunogolubinas, proteínas, enzimas, mucina y productos como la urea y el amonio. Gracias a ella se mantiene la salud de nuestra boca y se crea un balance ecológico adecuado. El bicarbonato, los fosfatos y la urea controlan el ph (la acidez) y su capacidad amortiguadora.
Las proteínas y la mucina sirven para limpiar y atacar los microorganismos, además de ayudar al metabolismo de la placa dental y a que los dientes se mantengan íntegros. El calcio, los fosfatos y las proteínas actúan conjuntamente y controlan la desmineralización y la remineralización. Las inmunoglobinas, proteínas y enzimas tienen una acción antiinfecciosa y actúan contra las bacterias.
La saliva tiene además una función de lubricación y protección y participa en el sentido del gusto y de la digestión.