Cuando hablamos de tener buena alimentación, es para tener una buena salud en general, pero evidentemente tenemos que tener en cuenta también la salud bucodental. Existe por supuesto una relación muy estrecha entre los malos hábitos alimentarios y las enfermedades dentales.
Los alimentos con un elevado contenido en azúcares y otros tipos de hidratos de carbono, como la comida rápida o los alimentos precocinados, son un ejemplo de comestibles que ayudan a la proliferación de las bacterias cariógenas, por lo tanto, a la formación de caries. La dieta alimenticia, además de limitar el consumo de carbohidratos y azúcares, tiene que ser rica en flúor para proteger contra la caries y reforzar la estructura de los dientes. Es muy importante el consumo de calcio, que mantendrá la mineralización de las `piezas dentales. Por otra parte, es importante tener en cuenta también el consumo de bebidas carbohidratadas, ya que por su alto grado de acidez, don devastadoras para el esmalte.
Los malos hábitos alimentarios favorecen también otras patologías, como la enfermedad periodontal y la maloclusión dental. El aumento de placa bacteriana favorece la aparición de infecciones que afectan a las encías, y una alimentación deficitaria en nutrientes necesarios puede comprometer que la mandíbula se desarrolle correctamente haciendo que los dientes adquieran una posición inadecuada.
La alimentación de una madre durante el embarazo es esencial de cara a la formación de los dientes del embrión. Es importante evitar el exceso de azúcares y la llamada “comida basura” , ya que podría afectar al proceso de calcificación de los dientes del feto.
Los odontólogos recomiendan también no alargar demasiado el proceso de lactancia, ya que el alto contenido en lactosa (un azúcar) que encontramos en la leche materna, puede llevar a desarrollar el denominado síndrome del biberón o caries del lactante, lo que significaría una rápida destrucción de los dientes temporales y puede causar problemas funcionales tanto en la masticación como en la fonación.